miércoles, 8 de julio de 2009

¿Usted lo ha visto?



Yo no sé cuanta gente lo habrá notado, pero creo que es una grata sorpresa cuando uno lo ve la primera vez, y la segunda, y la tercera… y cómo en la cuarta uno se pregunta: ¿Servirán para comer?
Creo que lo descubrí una tarde calentana sentado-doblado-torturado en el último puesto de una buseta que encerraba clima de desierto a medio día, por la ruta unicentro calle 72 cr15.
Ahí, justo en la esquina de la calle 67 con carrera séptima casi sexta, costado oriental, o sea, al frente de Caracol radio; está quieto, escondido, discreto, cómo con pena: Un naranjo.
¿Usted lo ha visto?
Claro, no el señor Naranjo, ni un grafiti de un naranjo. No. Un naranjo.
Imagino que a algunos este hecho citicocitrico, omeopaticosimpatico o acidobusetico les parecerá una bobada, otros incluso dirán “pues si gueonn, un árbol de naranjas ¿Y?” Y… pues que les digo. Sí, no es más que un árbol de naranjas, pero no cualquier arbusto venido a menos, no señor, ni señorita. Éste es uno chapineruno cómo pocos, algo importante, por lo menos para mí que creía que los naranjos se daban sólo de Mesitas del colegio pa´llá y no en el predio de un parqueadero, rodeado de asfalto, ass-falto, ass-inso-facto; y además con frutos ¡y de verdad! En un lugar donde lo más cercano de la naturaleza es la fuente artificial del edificio del frente y dos palmeras de plástico, con cocos de polietileno, a media cuadra bajando.
Yo no sé si a usted esto le parezca una bobada citricoestupida, pero en una parte de la capital por donde circulan diariamente 3 millones de habitantes, porque mi mamá por ahí casi no pasa, con un ritmo vertiginoso, ruidoso y vengativo, al lado de ladronzuelos al asecho, pitos arrítmicos, sirenas alarmistas y desplazados aplazados de tranquilidad, es muy, muy refrescante, delirante, inquietante ¿desquiciante? ver ahí, quietico, cómo perdido, un árbol de frutos amarillos. Justo en una esquina inundada de gris, ocre y estress como bebida energética de una ciudad que ya esta en la lista del top ten de las capitales con más polución, desilusión y autoaniquilación.
Vaya, mírelo una vez, dese una vuelta y mírelo de nuevo, y luego dígame si uno no se pregunta ¿Y esas naranjas… se podrán comer?
Diegomateus

2 comentarios:

  1. Hombre, Diego, ya se me hacía extraño verlo todos los días detrás de las monjitas de la Porciúncula ofreciéndoles naranjas por docenas. Un abrazo.

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  2. uff profe ud escribe cosas super rayadas pero cada cosa le deja una mkda en al cabeza se cuida y q chimba de profe dasa eci

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